El año anterior, durante el tiempo en el que Yá-xué y su familia permanecieron en el reino de Walsian, regresó Hamal a casa de sus padres con Helena, con la que contrajo matrimonio en Holanda, y los tres hijos que esta le había dado. Al parecer las cosas no le fueron demasiado bien en aquel país, ya que al casarse con Helena sus trabajos como pintor bajaron de calidad o bien, su arte no gustaba tanto en Holanda como en París y apenas vendía nada.
Él se sentía frustrado y un día decidió volver a casa de sus padres. Helena intentó adaptarse a la cultura y las costumbres de la familia de Hamal por amor a su esposo y a sus hijos, pero su suegra la trataba como a una esclava, obligándole a realizar todas las tareas del hogar e incluso golpeándola a veces, sin que Hamal intercediera nunca por ella, muy al contrario, le decía a su mujer que su obligación era ser sumisa con él, su madre y el resto de la familia.
Tras soportar un duro invierno, al cual Helena pensaba que no se acostumbrarían jamás ni ella ni sus niños, pues tuvo que ver como enfermaron en dos ocasiones, se prometió a sí misma que eso no volvería a suceder.
Un día salió de casa decidida a coger el dinero que había escondido por si surgía alguna emergencia y era un regalo que su madre le hizo antes de salir de Holanda, además de las pocas joyas que aún conservaba, también escondidas.
Helena tomó una decisión : Se escaparía de casa de sus suegros, y cuando estuviera en Holanda les contaría a sus padres lo mal que le hicieron sentirse en casa de Hamal. Ideó la manera de regresar a por sus hijos con la ayuda de sus padres, pues llevarlos consigo le parecía una auténtica locura, algo demasiado peligroso para unos niños tan pequeños. Pagaría a alguien para que le acercara a la estación de tren más próxima. Ella no sabía cuantos kilómetros le separaban de una estación…Y tampoco sabía donde se iba a meter.
Su esposo fue avisado por los mismos que negociaran con Helena y habían cobrado por un servicio que nunca realizarían. No avanzaron mucho. Apenas recorridas un par de millas en aquel desvencijado carromato, Hamal le dio alcance y la obligó a deshacer el camino. En esta casión no fue la suegra, si no el mismo Hamal quien la golpeó hasta dejarla inconsciente.
Otra cosa que Helena odiaba era tener que cubrirse el rostro delante de la gente. Ella tan acostumbrada antes de casarse a sus amigas y una vida social intensa, ahora se encontraba totalmente sola e indefensa entre todos aquellos energúmenos. No entendía esa cultura. Hasta los alimentos le resultaban repugnantes. Adelgazó mucho, tanto que su aspecto demacrado, las ojeras y el caminar encorvada por el temor a qué le harían cada día, la convertían en alguien desconocido hasta para ella misma cuando se miraba en el río mientras lavaba la ropa de toda la familia.
A pesar de todas sus desgracias, Helena tuvo suerte, pues una mañana su esposo le dijo que el jefe les había invitado para que asistieran a la inauguración del nuevo hospital esa misma tarde. Ella pensó que, tal vez, las mujeres del poblado eran tratadas como ella. Su sorpresa fue mayúscula cuando se encontró de nuevo con Yá-Xué y se percato de lo diferente que era la vida de la princesa de la suya. Observó que todas las mujeres llevaban el rostro destapado y disfrutaban como los demás del evento. Ella, en cambio, se sentía triste, acomplejada y derrotada delante de de aquellas personas, como si no valiera nada ni le importara a nadie.
Aunque Hamal le había dado órdenes estrictas de no separarse de él en nigún momento, ella no tuvo más remedio que apartarse, porque así lo decidió el jefe cuando les pidió a Hamal y a Walsian que le acompañaran con la excusa de enseñarles algo y no permitió ir con ellos a las mujeres. El jefe no era tonto y al ver el estado de deterioro en que se encontraba Helena, que con poco más de veinte años parecía ser casi una anciana, cosa de la que también su hija se dio cuenta y lo comentó con él, ideó un plan : alejaría a Hamal de su mujer como fuese para darle a su hija la ocasión de hablar con ella y enterarse que tal le va en su nueva vida con los padres de él. El jefe y su hija habían oído acerca de los malos tratos de los que Helena estaba siendo víctima, pero querían enterarse de primera mano para intentar hacer algo por la joven esposa y sus hijos.
Yá-Xué invita a Helena a ver el «palacio» de su padre en el que vive con su familia desde hace algunas semanas. Esto es sólo una excusa para que, estando dentro, no les interrumpa nadie. La nodriza les trae té y pastas mientras ellas dos hablan de sus respectivos matrimonios y de sus hijos. Yá-Xué le pide a Helena que se descubra el rostro, ya que está entre mujeres. Al principio Helena se muestra reacia a destaparse, pero acaba accediendo sin decir nada y agachando la cabeza. La nodriza se tapa la boca asombrada, ya que lo que ve no es normal. Por mucho que Helena intente disimular, no puede ocultar las huellas de los malos tratos que sufre. Yá-Xué se dice a sí misma que tiene que ayudar a esta mujer como sea, pues de seguir así, no tardará en dejar a sus hijos huérfanos. Le pregunta a Helena si es feliz y esta echa a llorar sin ningún reparo. Le dice que si quiere ser ayudada y Helena se abraza a ella rogándole que por favor haga algo, si puede, por ella y por sus hijos.
Salen del palacio las tres mujeres. Al ver las expresiones de desagrado con que les miran Hamal intuye que su mujer les ha contado algo e instintivamente alarga el puño para golpearla. Walsian le sujeta el brazo con energía y no permite que alcance su objetivo. Hamal se retuerce y empuja con todas sus fuerzas al príncipe, con tan mala suerte que al caer, este se golpea la cabeza contra un peldaño de la entrada del palacio y fallece al instante. El jefe hace arrestar a Hamal, aunque su primer impulso ha sido acabar allí mismo con él, pero se contiene a duras penas y dice lleno de ira :
– Tú y tus padres pertenecéis a mi pueblo y en mi pueblo la gente se respeta y los hombres no pegan a las mujeres ni les obligan a cubrirse el rostro.Volviéndose a Helena le pregunta: ¿Te gusta como te han tratado en casa de tus suegros que son gente que pertenece a mi pueblo ?
Helena niega con la cabeza sin atreverse a levantar la vista del suelo. Dentro de ella el miedo se enfrenta a la esperanza, pues desconoce al jefe y no sabe lo justo y bondadoso que puede ser este hombre. Ella piensa que, tal vez no se libre de las represalias por la acción de su marido y se queda momentáneamente sin palabras.
El jefe prosigue diciendo a sus hombres :
– Meted en el palacio al príncipe.
Yá-Xué llora desconsolada sobre el pecho de su amado esposo. Su padre y la nodriza la apartan de él para permitir que lo levanten y lo entren dentro del palacio. El jefe ordena a sus generales juzgar al día siguiente al amanecer al asesino y envía a buscar a los hijos de Helena con la intención de hacerles viajar a su país junto con su madre en pocos días.
El duelo por Walsian se prolonga. Su cuerpo es embalsamado, por que es lo que Yá-Xué ha pedido al jefe. Ella no querría que fuese incinerado, ni enterrado… Ella no se resigna a pasar lejos de él el resto de su vida, pero el jefe la convence de que hay que darle sepultura y hace construir un monumento con una cripta para que esto se lleve a cabo cerca del palacio.
Hamal ya ha sido juzgado por la muerte de Walsian y condenado a morir. Su familia es desterrada y su casa quemada. Nadie quiere volver a verlos jamás. El jefe jura que mientras él viva no permitirá que en sus tierras se instalen gentes con costumbres tan poco racionales y tan inhumanas.